Una voz temblorosa
En Lusaka, Zambia, Stella, madre de dos hijos y propietaria de una tienda, se enfrentaba a presiones que pocos podían ver. Su hija menor tenía una discapacidad física que le causaba dolor a diario, y su relación con su esposo estaba deteriorada. Trabajaba arduamente para mantener a su familia, pero al final del día seguía sintiéndose sola. Aunque otras personas le habían hablado del evangelio, este nunca había tocado su corazón, hasta que una tarde un pastor y un miembro del equipo de evangelismo local se detuvieron en su tienda.
Cuando el pastor le preguntó por sus dificultades, la voz de Stella se volvió temblorosa. «Siento que a nadie le importa preguntarme cómo estoy realmente», dijo. Admitió que a veces oraba, creyendo que Dios le respondía cuando llegaban más clientes, pero no cuando le suplicaba por sanidad o respuestas sobre su hija. Conteniendo las lágrimas con fuerza y serenidad, confesó que nunca había leído realmente las Escrituras ni había sentido una relación personal con Dios.
Mientras le explicaban que esta visita podría ser la respuesta de Dios a su oración, abrieron la revista Esperanza en el Salmo 23. El rostro de Stella se suavizó. «Me acuerdo de este, me encanta», dijo. Lo leyeron juntos y le explicaron que la Palabra de Dios trae consuelo incluso cuando la vida parece injusta. Relajó sus manos que se aferraban al delantal y sus ojos se iluminaron.
Con delicadeza, el pastor la invitó a orar, a pedirle a Jesús que entrara en su vida. Ella inclinó la cabeza y juntos dieron gracias a Dios por su presencia, pidieron sabiduría para criar a sus hijos y oraron por su pequeña hija, para que pudiera verla como una bendición única, dotada a imagen de Dios. Animaron a Stella a buscar los talentos de su hija y a confiar en Dios, incluso cuando las respuestas no lleguen rápidamente.
Antes de irse, Stella les dio las gracias, con voz firme y llena de esperanza. Prometió ir a la iglesia el domingo. El pastor le dio su número y ella le dio el suyo, sabiendo que él la llamaría al día siguiente.
Mientras se alejaban, Stella les dijo adiós con la mano. Su sonrisa, por primera vez en lo que le pareció una eternidad, era sincera.
Por favor únase a este equipo mientras continúan orando por Stella, para que ella experimente la familia de Dios, crezca en el conocimiento de Su Palabra y encuentre el gozo y propósito que Cristo ofrece.
En
Fr
En
Es
Pt
En