Luchando con el porqué
En un pueblo a las afueras de Lilongwe, Malawi, Ernest, de 18 años, estaba sentado en silencio dentro de una tienda. Tenía una expresión ausente en el rostro y miraba fijamente a lo lejos, incapaz de concentrarse en lo que sucedía a su alrededor.
Ernest, que en otro tiempo había sido un miembro activo de su iglesia, se había ido alejando poco a poco. Para él, las oraciones sin respuesta y las continuas dificultades le hacían sentir que Dios se había olvidado de él.
Aunque había crecido asistiendo a la Iglesia de las Asambleas de Dios de Malawi, Ernest ya no le veía sentido.
Mientras miraba fijamente a lo lejos, esperando que pasara el tiempo, Ernest se encontró con la señora Beatrice. Ella estaba compartiendo el evangelio como parte de un evento de capacitación evangelística llamado Enciende y se sintió conmovida al ver a Ernest. Entabló conversación con él e inmediatamente percibió la carga que él sentía.
Mientras hablaban, Ernest le contó que la vida se le había vuelto difícil. Su familia estaba pasando por dificultades económicas y eso le hacía cuestionarse todo. «Si Dios realmente me escucha», dijo, «¿por qué no ha cambiado nada?». Para él, las bendiciones de Dios estaban ligadas a las cosas materiales, y cuando estas no llegaban, su fe comenzaba a desmoronarse.
Beatrice lo escuchó con paciencia. Se dio cuenta de que Ernest conocía bien la iglesia, pero algo en él había perdido la conexión con el corazón de Dios. Su decepción se había convertido en desánimo. No podía ver más allá de las cosas que sentía que le faltaban en la vida.
Con ternura Beatrice abrió la Biblia y compartió Eclesiastés 3:11: «Sin embargo, Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado…». Le recordó a Ernest que las bendiciones de Dios no solo se miden por la riqueza, sino también por cosas como la salud, el amor y la paz. «Dios nunca llega tarde», le dijo. «Siempre hace las cosas a su debido tiempo.
En ese momento de silencio, algo cambió. Ernest asintió con la cabeza y su postura se suavizó. La esperanza se despertó en su corazón, no porque su situación hubiera cambiado, sino porque la veía de otra manera. Ese día, Ernest volvió a entregar su vida a Cristo. Prometió volver a la iglesia, no buscando bendiciones materiales, sino una relación más profunda con Dios, una relación basada en la confianza, no en plazos.
Por favor, oren por Ernest para que siga avanzando en la fe, confiando en Dios no solo para su provisión, sino también como la fuente de la paz que proviene de conocerlo plenamente.
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